El reducido consumo de sal del hombre primitivo, con ingestas menores de 0,25 gramos diarios, contrastaba significativamente con el importante consumo de potasio, con niveles superiores a los 8-10 gramos diarios. Esta relación entre ambos nutrientes se modifica sustancialmente hace 5.000 años, época en que los chinos descubren la capacidad de la sal de preservar los alimentos y de realzar el sabor de los mismos.
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